Correrán y no se cansarán

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El cuerpo humano es una máquina extraordinaria de auto-renovación. Ha sido diseñada por Dios para restaurarse a sí mismo de forma tan eficiente que es casi imperceptible. Cada segundo, 10.000.000 de células mueren y son canjeadas por células nuevas, y mediante este proceso, cien cabellos son sustituidos cada día, nuestra piel es totalmente rejuvenecida cada mes, nuestra estructura ósea es remplazada completamente cada tres meses, y hasta nuestras uñas crecen de la base a la punta cada seis meses.

Las capacidades regenerativas de nuestros cuerpos son un poco más evidentes durante el ejercicio físico. Cuando corremos, nuestros cuerpos atraviesan varias etapas de cansancio y restauración:
  1. Del reposo al modo aeróbico
  2. Del modo aeróbico a su marca personal
  3. De su marca personal al “muro”

Alcanzando el modo aeróbico

Primero, usted experimenta la fatiga inicial que ocasiona el llevar su cuerpo de un estado de reposo al modo aeróbico, cuando su ritmo cardíaco se incrementa y su respiración se acelera. La mayoría de los corredores inexpertos se detendrán en esta primera etapa, cansados, y sin haberles permitido a sus cuerpos adaptarse y proveerles de las fuerzas necesarias para emprender una carrera más larga.

La paciencia es la clave para sobreponerse a esta primera etapa de fatiga.

Alcanzando su marca personal

Cuan larga será su carrera dependerá de cuán lejos usted haya entrenado. Usted se sentirá de nuevo cansado al punto de querer renunciar cuando alcance el mayor número de kilómetros que haya corrido anteriormente, o lo que a mí me gusta llamar, su marca personal. Su cuerpo necesita reajustar su marca personal. Para lograr esto, usted debe comenzar con una distancia pequeña, digamos de dos a tres kilómetros, y continuar sumando kilómetros a su entrenamiento paulatinamente.

La perseverancia es la clave para romper su marca personal y mover la segunda etapa de fatiga cada vez un poco más lejos.

Alcanzando “el muro”

No importa cuán lejos usted reajuste su marca personal, las condiciones de ejercicio continuado le llevarán al tercer punto de fatiga extrema, el cual se conoce entre los corredores como “el muro,” normalmente alrededor del kilómetro 30. Durante el modo aeróbico, su cuerpo producirá la energía necesaria en forma de glucosa primordialmente de los carbohidratos. Cuando las reservas de carbohidratos se agotan del todo, su cuerpo se readapta para producir glucosa usando sus reservas de grasa. Este proceso es mucho más lento que el de quemar carbohidratos, haciendo que los niveles de energía caigan rápidamente por un lapso de tiempo mientras que su cuerpo hace el cambio de carbohidratos a grasas; pero el contenido energético de las grasas le pueden llevar muchísimo más lejos que el de los carbohidratos.

El propósito es la clave para vencer el muro y cambiar las fuentes de energía hasta que llegue a la meta final.

Correr y no cansarse es físicamente imposible, y aún así, nuestros cuerpos responden con una fortaleza que nos sorprende a la vez que nos capacita. De la misma manera, el esperar con paciencia, el renovarnos con perseverancia, y el remontarnos con propósitos claros, proveen a nuestra carrera de la fe de una fuerza asombrosa. La Biblia lo declara de la siguiente manera:

“pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
(RVR60: Isaías 40:31)


Si usted se siente que está golpeando su muro, débil en el espíritu, estancado en sus logros, incapaz para el servicio, o sobrecogido por los sufrimientos, recuerde que usted aún puede cambiar su fuente de energía para correr los kilómetros extras que le faltan y llegar a la meta. Dios es perpetuo. El no se fatiga ni está cansado. Sus fuerzas no se acaban ni se vacían. Sus reservas no tienen final; sus recursos son inagotables. En él no hay deficiencia ni deterioro. Su poder nunca se debilita.

Cambie sus fuentes energéticas: espere en Dios, persevere en la carrera de la fe, corra con propósito, y verá la diferencia.




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Vladimir Lugo
jvlugo@race-of-faith.com

El Desafio Cristiano

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Muchos de nosotros hemos escuchado o sido partícipes de conversaciones en nuestro lugar de trabajo acerca del colega que aceptó un ascenso, o del que está empezando estudios para su doctorado, o la compañera que dejará su puesto para empezar su propio negocio. Tal vez algún pariente está entrenando para correr una maratón o triatlón. Nos inspira y nos causa admiración el escuchar acerca de aquellos que se embarcan en grandes empresas. Quizás hasta pensamos que están locos por aceptar un reto que la mayoría de nosotros rechazamos casi de inmediato porque parece inalcanzable, o sabemos que requiere de gran esfuerzo.

El pasado agosto, mi esposa me presentó un desafío similar. Salíamos del servicio y con gran entusiasmo me dice “¡Corramos el próximo maratón de Los Angeles con el grupo de la iglesia!”. Mi sorpresa fue inmediata al escucharla por el tipo de reto que me presentaba y porque hasta ese momento, mi esposa hubiese sido la última persona que se apuntaría para una prueba atlética por su propia voluntad. A pesar de estar físicamente activos en los últimos años, ninguno había corrido una distancia de más de diez kilómetros, ni habíamos participado en una competencia atlética. Accedí a inscribirme después de pensarlo por unos momentos, mientras mi esposa se dirigía con paso ágil hacia el lugar de inscripciones organizado cerca al auditorio.

Dudo que ella entendiera en ese momento que por los siguientes seis meses tendríamos que ser disciplinados, dedicarle tiempo y esfuerzo a entrenar, y desarrollar la fortaleza mental para acondicionar nuestros cuerpos a correr 42 kilómetros. Justo después de inscribir
nos, empecé a sentirme inquieto, con dudas acerca de completar el entrenamiento y la resistencia física para correr esa distancia, además del dolor inevitable que conlleva la preparación para ese tipo de pruebas.

Mientras reflexionaba sobre esa tarde de agosto, recordé las actitudes y pensamientos que tenemos, como también las situaciones en las que nos hallamos, en el momento que decidimos caminar con Jesucristo. Los testimonios que manifiestan los cristianos acerca de ese instante varían desde historias profundamente tristes hasta las altamente espirituales; de decisiones tomadas en cuestión de minutos, a aquellas que pasaron por un arduo proceso de auto-cuestionamiento. Algunos habían "tocado fondo”, consumidos por alguna adicción, y llegaron a un estado deplorable espiritualmente antes de entregar sus vidas al Señor. Otros estaban en una búsqueda de propósito y cuentan que una voz interior los guió hasta la iglesia más cercana en un día común y corriente.

Si nos encontrábamos en desasosiego, o llegamos a la conclusión después de mucho análisis que necesitábamos fe, consciente o inconscientemente, aceptamos el desafío cristiano. Las ideas y sentimientos en ese instante, analizando si somos capaces de vivir en rectitud con Dios, son similares a cuando nos inscribimos para una prueba atlética: inquietud, duda, y miedo al dolor. Sin embargo, el simple hecho de aceptar, de tomar una decisión, incita valor y compromiso de parte de ti. Si estás de acuerdo en aceptar el desafío cristiano, sabiendo que exigirá dedicación y fortaleza, solamente esa acción, es motivo de respeto y de admiración.



Jairo Ospina
jairo.ospina@gmail.com




Correr, Competir, y sus Rituales (Parte 3)


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Así como discutimos en las primeras dos partes de este artículo, la relación entre el correr y el competir es bastante obvia. Su entrenamiento personal le permite participar en competencias organizadas; en la medida que su entrenamiento sea mejor, estará en mejor capacidad de competir. De la misma manera, su práctica personal de la espiritualidad le permitirá correr mejor su carrera de la fe. Pero, ¿que tienen que ver los rituales?, ¿cuál es la relación entre los rituales, y el correr y competir?, si es que existe alguna relación.

Rituales

Los rituales son institucionales. Toda disciplina deportiva tiene sus demandas, rutinas, y acondicionamientos característicos. Toda cosa repetitiva es también ritual; algo que se repite a lo largo de un período de tiempo y se hace de la misma manera cada vez para preservar su integridad y asegurar sus resultados. Piense acerca de esto. El correr es entonces, en el sentido estricto de esta definición, ritualista. Usted establece un patrón de respiración, escoge un ritmo cómodo, mueve su pierna izquierda en frente de su pierna derecha, y repite esta rutina una y otra vez hasta que llega a su destino deseado.

Running Ragnar at Sunset through Malibu, CA-1
Corriendo Ragnar durante la puesta del sol en Malibu, CA-1

Recientemente participé en la carrera de relevos de Ragnar, en el área de Los Angeles, California. El lema de Ragnar es: “Correr. Manejar. ¿Dormir? Repetir.” Sin expandirme en los detalles de este evento, lo cual planeo hacer en un artículo posterior, usted puede darse cuenta de la personalidad cíclica de esta carrera, tan cierta, que la incorporaron en el propio eslogan de la organización. El correr y el competir también tienen sus rituales típicos de esta categoría deportiva. Por ejemplo, la rutina de estirase-calentar-correr-reposar-estirarse; el circular alrededor de la pista olímpica para ejercitar la velocidad, alternando la repetición del trote con el pique; o incluso, el ritual de escoger las zapatillas apropiadas.

La fe esta llena de sus propios rituales. Nuestras experiencias de fe son ampliadas, dirigidas, y hasta estimuladas por rituales que han sido institucionalizados por muchos años de práctica y resultados probados. Las escrituras están repletas de ritos y costumbres de las cuáles aún nos valemos hoy para el crecimiento de nuestra fe y para expresar nuestra devoción a Dios y el uno al otro. La adoración, la música, la asistencia a la iglesia, la oración diaria y el estudio de las escrituras, el servicio a los demás, son ejemplos de los ejercicios de nuestra fe. En este dirección, la Biblia nos anima diciendo, “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” LBLA: Filipenses 2:12. Lo cual implica ejercitar con dedicación la salvación que hemos recibido.

Déjenme dejarles una palabra de advertencia; muchas personas asignan una connotación negativa a los rituales, les perciben como algo aburrido, y los tienen como prácticas inefectivas. Sin embargo, los rituales son para nuestra fe lo que las pesas son para nuestro entrenamiento de fuerza. Pueden que a veces nos den la impresión de ser aburridas o inefectivas, pero constituyen la calistenia de una vida espiritual más fuerte, de un rendimiento garantizado, y de una carrera sin lesiones.

Así que renovemos nuestras mentes para hacer lo necesario para fortalecer nuestros músculos espirituales, reconociendo, entendiento, y ejercitando los elementos personales, corporativos, y rituales de nuestra fe sin temor ni vergüenza.





Vladimir Lugo
jvlugo@gmail.com


Correr, Competir, y sus Rituales (Parte 2)


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En la primera parte de este artículo, discutimos la relación que existe entre el correr y nuestra vida espiritual como una vida de disciplina personal. Esta segunda parte explora el competir como la experiencia corporativa de la fe.

Competir

El competir es corporativo. El competir asume que usted corre con otros y no por su propia cuenta. Cada carrera tiene su propia organización, reglas, y propósitos. Tales cosas como la corporación o institución que organiza la carrera, los acuerdos que tienen con las autoridades locales para usar establecimientos públicos, la calendarización del evento y toda la logística, las reglas oficiales que gobiernan el recorrido, la distancia, el seguimiento de los corredores y la seguridad, si el propósito es con fines comerciales, atléticos, o de caridad, y otras consideraciones similares, son todas parte de la naturaleza corporativa de la competencia. Es a través de esta naturaleza corporativa que aprendemos que una maratón son 26.2 millas (ó 42.16 Km) y que hay organizaciones nacionales e internacionales que se encargan de certificar las pistas para la carrera. Incluso las reglas no escritas de comportamiento deportivo le dan a la competencia su carácter corporativo.

El correr es personal, el competir es corporativo, y los rituales son institucionales.La fe es personal en el sentido de que cada corredor corre su propia carrera, descubriendo su propio fin en la vida aún cuando compite. Sin embargo, y particularmente cierto en nuestra sociedad norteamericana con su énfasis individualista, fácilmente nos olvidamos que la fe es corporativa. La fe es corporativa en el sentido de que cada corredor compite en una carrera, de allí el término, la carrera de la fe. Con mucha frecuencia me encuentro con personas que luchan en esta área; "Yo creo en Dios pero no en la iglesia," es un comentario que escucho con cierta regularidad hoy más que nunca. Esto es equivalente a decir "Yo corro mi propia maratón de una milla." La carrera de la fe tiene sus propios factores organizativos, sus propias reglas y comportamientos, y sus propios objetivos corporativos.

Nosotros alentamos a otros en la medida que otros nos alientan en nuestra carrera corporativa de la fe. Este rol dual de ayudador y ayudado preserva nuestro enfoque en correr de tal manera que podamos ser contados entre los ganadores. Sí, queremos ganar por nosotros mismos, pero también deseamos ganar en favor de aquellos que nos siguen y nos seguirán. El entender la naturaleza corporativa de nuestra fe nos ayudará a mantenernos en el carril correcto.




Vladimir Lugo
jvlugo@gmail.com






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