La Fuente de lo Invisible

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Algunas preguntas importantes quedaron pendientes de mi artículo previo, El Poder de lo Invisible. Estas son preguntas que los corredores principiantes o aquellos que comienzan un nuevo plan de ejercicios me hacen con frecuencia: ¿Por qué no tengo suficiente energía? ¿Por qué no soy tan fuerte? ¿Por qué no me puedo recuperar tan pronto como debiera después de una carrera de larga distancia? Me gustaría proponer una idea no con la intención de sobre-simplificar este tema tan complejo, sino la de ofrecer una posible explicación.

Todo tiene que ver con las fuentes. Muchos de nuestros procesos fisiológicos críticos son sostenidos y optimizados por las cosas que comemos. Una dieta balanceada que incluya los tipos correctos de alimentos y suplementos le proveerán al cuerpo lo esencial para su mejor funcionamiento. Permítame explicarme más a fondo usando los mismos tópicos discutidos en el artículo anterior.

ATP te da más energía
El fósforo, uno de los elementos básicos del ATP, es el segundo mineral más abundante en el cuerpo – siendo Calcio el más abundante. De allí que se haga necesario el suplir al cuerpo con fósforo mediante una nutrición correcta. El ATP se sintetiza de los tres grupos de alimentos. La producción de ATP es otra buena razón para tener una dieta balanceada, que incluya carbohidratos provenientes de frutas, vegetales, y granos integrales, proteínas, principalmente de los frijoles y derivados de la leche, y grasas, especialmente las ricas en ácidos grasos como el pescado y las nueces y semillas. Coma bien y tendrá un nivel sostenido de energía ATP a lo largo del día.

D te hace más fuerte
La vitamina D se produce naturalmente por la exposición a los rayos ultravioletas de tipo B (UVB) emanados por el Sol. El correr es una excelente fuente de vitamina D. Quince minutos, tres veces por semana, pueden producir la dosis diaria recomendada – 1000-3000 (UI). Otras fuentes incluyen la leche fortificada con vitamina D y derivados de soya, el pescado enlatado, y las espinacas. Los vegetales de mayor contenido en vitamina D son los champiñones, los cuales proveen 400 UI por porción. Es verdad, corra, coma sus espinacas y hongos, y será tan fuerte como Popeye.

EGCG te protege más
Muchos antioxidantes como el Gelato de Epigalocatequina o EGCG ayudan su sistema inmunológico a mantener niveles elevados de protección y recuperación rápida para combatir el daño celular, ya sea muscular o de cualquier otro tipo. Tome mucho té verde el cual está naturalmente enriquecido con EGCG. Esto le ayudará a “bajar el colesterol, bajar de peso, y proteger su piel del daño solar”1 cuando salga a correr para tomar su dosis de vitamina D. Otros antioxidantes incluyen las vitaminas C y E, y otras fuentes alimenticias, tales como las fresas y moras, los granos integrales, los frijoles, las espinacas y el repollo. También es recomendable tomar ciertos suplementos nutricionales para incrementar nuestra ingesta diaria de antioxidantes.

Fuentes Invisibles
Así como he identificado las Fuentes de ATP, D, y EGCG, el mismo concepto aplica a nuestra carrera de la fe espiritual. Necesitamos hacernos las preguntas: ¿Cómo obtenemos las cosas invisibles del espíritu? ¿Dónde adquirimos el equipo que necesitamos cargar para correr la carrera de la fe? ¿Cuál es la fuente de los valores espirituales que nos impulsan, nos fortalecen, y nos protegen? Si sigo la misma línea de pensamiento del artículo anterior con referencia a 1 Tesalonicenses 1:3, ¿Cómo obtenemos fe? ¿Cómo obtenemos amor? ¿Cómo obtenemos esperanza?

La Fuente de Fe. La fe depende de las promesas que se cumplen. Usted sabe que le van a pagar su salario el viernes porque la compañía para la cual trabaja prometió pagarle cada dos semanas y así lo hecho por los últimos cuatro años. Sabe que obtendrá su grado universitario si completa los requisitos académicos porque la institución donde estudia ha garantizado la promesa de graduación por más de cincuenta años. Nuestra fe en Dios también depende de sus promesas. Esto es precisamente lo que escribiera San Pablo, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (RVR60: Romanos 10:17). La palabra de Dios es verdad. Él ha hecho una gran labor cumpliendo sus promesas en el pasado. Él seguirá cumpliendo sus promesas en el futuro. Necesitamos nutrir nuestra carrera de la fe tomando una buena dosis diaria de la palabra de Dios.

“…no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR.” (NVI: Deuteronomio 8:3).

La Fuente de Amor. El amor depende de las relaciones satisfactorias. Usted sabe que cuando comparte palabras tiernas y actúa con respeto y admiración hacia su pareja, fortalece su relación amorosa. Sabe que su amigo o amiga en el hospital le apreciará mucho más por estar con él o con ella cuando más le necesitaba. Incluso puede ganar nuevos amigos inesperadamente si sigue el consejo de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, [y] oren por quienes los maltratan (NVI: Lucas 6:27-28). Recuerde que Dios es amor, y que puede amar sólo porque él le amó primero. Necesitamos nutrir nuestra carrera del amor compartiendo con Dios palabras tiernas y acciones de admiración y respeto hacia él y atendiendo las necesidades de los menos favorecidos.

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón… [y] ama a tu prójimo como a ti mismo.” (NVI: Marcos 12:30, 31)

La Fuente de Esperanza. La esperanza depende de los planes recompensantes. Usted sabe que puede planear su progreso en el trabajo adquiriendo habilidades nuevas que le harán más valioso en lo que hace. Sabe que puede mejorar su salud, por ejemplo, cuidando de lo que come e incluyendo las fuentes de ATP, D, y EGCG en su dieta. Los planes son necesarios para dirigirle, para inspirarle, y para ayudarle a alcanzar su potencial. Dios también tiene planes para su vida. Descubrirlos es su propia aventura. Necesitamos nutrir nuestra carrera de la esperanza buscando a Dios y entendiendo los planes que él ha preparado para nosotros. Él ha prometido:

“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.” (NVI: Jeremías 29:11).

La práctica hace al maestro. Esto es cierto también cuando practicamos las virtudes invisibles del espíritu. Permanezcamos en la promesa de que Dios tiene buenos planes para nosotros. Este entendimiento nos ayudará a ejercitar nuestra fe, amor, y esperanza a la vez que nuestra energía, fuerza, y resistencia se multiplica.

[1] Kidder, David S., et. Al., Epigallocatachin Gallate, The Intellectual Devotional Health (Rodale Books).




Vladimir Lugo

vlugo@race-of-faith.com

El Poder de lo Invisible

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Ojalá que nuestra rutina diaria incluya un buen balance de actividades para el cuerpo, la mente, y el espíritu. Por supuesto que mi actividad favorita en esta categoría es correr. Correr me permite meditar, ejercitarme, y orar al mismo tiempo. Me permite estar en contacto conmigo mismo, con mis alrededores, y con Dios. Me hace consciente de la conexión profunda que hay entre lo que siento, lo que percibo, y lo que no puedo ver. Después de todo, las repeticiones visibles de zancadas, contracciones abdominales y balanceos de brazos, son solamente posibles mediante mecanismos invisibles: la interacción compleja de células, químicos y bioenergía. La capacidad real de nuestros cuerpos para propulsarnos depende del poder de lo invisible. Analicemos brevemente algunas de estas cosas que nos permiten movernos pero que no vemos a simple vista.

ATP te da más energía
El Adenosín Trifosfato o ATP es un nucleótido fundamental formado por adenina, ribosa y tres grupos de fosfato. De acuerdo al Diccionario Médico Bantam, “Los enlaces químicos de los grupos de fosfato almacenan la energía necesaria para la célula; para la contracción muscular: esta energía se libera cuando se desdobla el ATP”1 en sus componentes más simples. Las fibras musculares de contracción rápida pueden también desintegrar ATP rápidamente para producir energía. La energía que se libera por esta reacción metabólica fisicoquímica se traduce en todo el movimiento corporal levado por los huesos y las coyunturas.

D te hace más fuerte
La Vitamina D o en su forma más común en el cuerpo humano, colecalciferol, es un grupo de grasas solubles de la familia química de los esteroides. Es responsable primordialmente por la absorción y el transporte del fósforo y del calcio desde los intestinos al sistema sanguíneo. Promociona la mineralización normal de los huesos incrementando la densidad ósea. También aumenta el tamaño de las fibras musculares de contracción rápida, las cuales se encuentran primordialmente en los músculos esqueléticos, elevando así la fortaleza muscular. La Vitamina D es el enlace entre la energía (fósforo) y la fuerza (calcio), lo cual resulta en un mejor rendimiento atlético, tal como lo confirman ciertos estudios médicos recientes2 Ayuda a correr más rápido y distancias más largas, con menos lesiones, y con una recuperación más rápida.

EGCG te protege más
El Galato de Epigalocatequina o EGCG es un éster que se encuentra en muchas plantas y variedades de té. Tiene propiedades antioxidantes potentes, las cuáles son de uso terapéutico, incluyendo el tratamiento de ciertas formas de cáncer y SIDA. Los antioxidantes son necesarios para remover los radicales libres producidos durante la oxidación típica del metabolismo muscular durante el ejercicio. El sistema de defensa antioxidante del cuerpo utiliza EGCG y otros antioxidantes como parte de su respuesta inmunológica para sanar los tejidos dañados, incrementar la resistencia a la exposición repetida de radicales libres, protegernos de cualquier daño subsecuente y facilitar una recuperación más rápida.

Equipo Invisible
Estos y muchos otros procesos son las maravillas invisibles de nuestra complejidad fisiológica. Llevamos este equipo invisible a todas partes aún cuando ni siquiera estamos conscientes de su existencia. Lo que es fascinante es poder aplicar metafóricamente lo que ahora sabemos acerca de estos procesos a nuestra carrera de la fe. Este es un tema amplio, el cual solo deseo introducir aquí. ¿Cuál es el equipo invisible que llevamos en nuestra carrera de la fe? ¿Qué otras cosas invisibles tienen un efecto natural en nuestras vidas? ¿Qué valores espirituales nos impulsan, nos fortalecen, y nos protegen? ¿Qué poder velado nos mantiene salvos de las lesiones de la vida? ¿Qué substancia oculta nos sana? ¿Qué verdad imperceptible nos restaura; nos libera?

El poder real de las cosas visibles reside en las cosas invisibles. San Pablo escribió, (RVR60: 1 Tesalonicenses 1:3):

“acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza”

La obra de la fe. La fe es de hecho el ejercicio de tu carrera, como el ejercicio físico que haces al correr gracias al poder invisible que te ha sido dado. La fe invisible te hace ir al trabajo cada día; te hace comprar boletos de avión para tus vacaciones del mes que entra; te hace matricularte en tu próxima carrera en cuatro meses o en tu próximo semestre de universidad. La fe invisible hace una obra ahora de las cosas que todavía no puedes ver. La fe invisible te da energía.

El trabajo del amor. El amor es lo que hace que tus fibras musculares de contracción rápida trabajen. El amor invisible te hace compartir palabras de sabiduría y aliento a tu esposa; te hace ir al hospital a las 3:00 a.m. a visitar a un amigo que sufrió un accidente; hace que te importe tu vecino. El amor invisible te hace más fuerte.

La resistencia en la esperanza. La esperanza remueve los radicales libres que pueden dañar tu visión a largo plazo. La esperanza invisible te hace esperar, valga la redundancia, por esa promoción laboral que todavía no te han ofrecido; te hace ver tu cuerpo sano más allá de tu presente enfermedad; hace que prevalezcas sobre la adversidad en aras de tiempos mejores. La esperanza invisible te protege más.

“Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor” (NVI: 1 Corintios 13:13). ¡Recuerda tener tu equipo preparado y depender del poder de lo invisible!

[1] Urdang, Laurence, The Bantam Medical Dictionary (Mass Market Paperback), p. 61.
[2] Asp, Karen, Running on D, Runner’s World Magazine, Dec 2009, p. 36-37.



Vladimir Lugo

vlugo@race-of-faith.com

Audífonos Espirituales

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Era una hermosa mañana del mes de enero en el Sur de California. Diáfana, soleada, brillante, y de cielos muy azules; la nieve copaba la cima de las Montañas de San Bernardino y una brisa suave bajaba refrescando el aire del valle. El día perfecto para salir a correr. Cada zancada valía la pena mientras corría la carrera más larga de toda mi vida como parte de mi preparación para la maratón de Surf City USA 2010. El día era también perfecto para escuchar mi música de adoración favorita y para meditar en mi experiencia. Quiero compartir algunas de las cifras de ese día con ustedes:


¡Ciertamente los números son impresionantes cuando se miran así! Sin embargo, mi carrera casi se daña, pero no por los números grandes de la tabla. No fueron el número de zancadas que hice, ni el número de veces que obligué a mi corazón a latir, ni el número de pies que tuve que escalar. Ni siquiera fue lo frío que estuvo el día, o las veces que tuve que agacharme a agarrar agua con mis piernas cansadas, o cuantas horas me tomó terminar la carrera. Lo que realmente me fastidió fueron los números pequeños. Sí, tal vez las dos ampollas en los pies, pero mucho más me molestó el par de audífonos necios que no se me quedaban en los oídos y me dejaron las orejas irritadas.

Peleé contra mis audífonos para que se quedaran enchufados. Los empujé. Los enrosqué. Los atornillé. Los aguanté con mis dos manos. Los amarré alrededor de mis orejas. Los envolví con mi bandana. Halé los cables por sobre mi camiseta. Cambié la posición de mi iPod. Y repetí todos y cada uno de estos métodos una y otra vez sin mayor éxito. En la repetición del ejercicio no solamente se me irritaron las orejas sino también el espíritu.

Paradójicamente, mi actitud de adoración se deterioraba porque no podía escuchar continuamente las canciones de adoración. Entonces me acordé de un verso de una canción, el Cantar de los Cantares de Salomón, que dice: “Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor” (2:15 NVI). Allí supe que tenía que atrapar a mi “pequeña zorra,” controlar mi lucha contra mis audífonos indefensos, y corregir mi actitud para poder disfrutar el resto de la carrera que tenía por delante.

Muchos de nosotros nos molestamos de manera muy similar por las cosas más pequeñas. Algunas situaciones son tan típicas que ya pertenecen al Salón de la Fama de la Molestia, tales como el apretar la pasta de dientes en el lado incorrecto, dejar los zapatos atravesados en las escaleras, o cambiar las tijeras de su puesto apropiado. Se nos olvida que lo “incorrecto, ” “atravesado,” o “apropiado” depende de nuestra propia percepción de las cosas. Pero aún más importante, se nos olvida que nuestra actitud hacia las cosas pequeñas pueden arruinar nuestra carrera de la fe, la armonía en nuestros hogares, la paz de nuestras relaciones, y desviarnos de nuestro propósito en la vida y de nuestras metas más fundamentales. Nuestra carrera de la fe está radiante; debemos atrapar los pequeños desplaceres que destruyen nuestra carrera.

Pico Cucamonga, fotografía por Vladimir Lugo

Mientras me acercaba al Pico Cucamonga cerca de la milla seis, un pensamiento abordó mi mente y me acompañó el resto del camino; una inspiración que me ayudó a atrapar mi “pequeña zorra.” ¿Cuándo fue la última vez que se me irritaron los sentidos espirituales por mi insistencia de escuchar a Dios? ¿Cuándo fue la última vez que medité en sus palabras con la intensidad de empujarlas, enroscarlas, y atornillarlas en mi alma? ¿Cuándo fue la última vez que le importuné con mis oraciones y esperé hasta que me respondiera? Es por eso que el primer mandamiento dice:


Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades (NVI: Deuteronomio 6:4-9).

Toma tus audífonos espirituales con todas tus fuerzas para grabar, inculcar, hablar, atar, marcar, y escribir la alentadora palabra de Dios en tu corazón. Ama a Dios con dedicación, insistencia, perseverancia, devoción, completamente y voluntariamente. No puedo recordar si mis audífonos finalmente se quedaron en mis oídos, pero ciertamente terminé mi carrera fortalecido al escuchar su palabra en mi espíritu. A veces quisiéramos que Dios nos mostrara los grandes logros, el esfuerzo que nos va a tomar, si sufriremos en el proceso, cómo será la atmósfera de ese momento, cuán rápidamente alcanzaremos nuestras metas, o cuánto dinero nos vamos a ganar. Sin embargo, y mucho más frecuentemente de lo que pensamos, Dios no se impresiona con los números. Él nos habla en las cosas más simples, en los pequeños ajustes, en el siguiente paso insignificante, en las acciones invisibles. Pequeñas palabras como la que hoy comparto para animarles.

Usa tus “pequeñas zorras” para aprender el valor espiritual de las cosas y para ajustar tu actitud para el resto de tu carrera. Lucha para mantener tus audífonos espirituales enchufados. Mantente escuchando. Después de todo, hay mejores audífonos que los que vienen con tu iPod.



Vladimir Lugo

vlugo@race-of-faith.com





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