La Sal de la Tierra

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Las palabras de Jesús cuando dijo: “Ustedes son la sal de la tierra”[1] siempre me han dejado perplejo. He escuchado muchas explicaciones de esta metáfora tan simple. Las sales son cristales. Los cristales poseen las facultades especiales de crear formas geométricas intrigantes y separar el espectro de la luz. No debería entonces sorprenderme que esta comparación brille con muchas ondas coloridas de interpretación. Me gustaría poder ofrecer aún una nueva perspectiva, la cual yace escondida en las muchas millas de un corredor a quien el tiempo le sobra para pensar, ya sea en la vereda o en el pavimento.

Minas de Sal de Araya, Sucre, Venezuela

Mi primera experiencia como corredor con la sal sucedió la primera vez que salí a correr por más de una hora. Cuando terminé, alcancé mi rostro para limpiarme el sudor mientras estiraba la espalda. Al mover mis manos me rasguñe la cara. Sentí como si una tormenta de arena golpeara mi piel desapercibida de su necesidad de exfoliación. No supe qué me había pasado. En tan solo segundos recorrí la ruta en mi mente para revivirla en mi memoria. No había corrido ni en el desierto ni en la playa. No había dunas ni tampoco tráfico que levantara el polvo de la carretera. Sorprendido, miré mis manos en búsqueda de alguna pista. Era… ¿sal? Miré con detenimiento y era sal. La probé con mi lengua, y definitivamente era sal. 

La Sal es Crítica para las Funciones Musculares

Cuando corremos por períodos prolongados de tiempo nuestros cuerpos pierden sal con el sudor. Para mantener el flujo constante de la sal en nuestro tracto sanguíneo, muchos recomiendan que los atletas tomemos bebidas y jarabes deportivos para asegurar su remplazo apropiado.[2] Tener una provisión continua de sales asegurará el funcionamiento sereno de nuestros músculos, en perfecta coordinación y libres de movimientos irregulares. Nuestra carrera se parecerá más a Big Ben que a los relojes en la pintura La Persistencia de la Memoria de Dalí.

Como la sal de la tierra estamos llamados a preservar algunas funciones críticas. Nosotros la sal sincronizamos al mundo al practicar la bondad, al modelar la generosidad, al guardar la concordia, al promover la paz, al ayudar el crecimiento, al mediar el progreso, al rescatar los valores, y al amar a Dios y al prójimo.

La Sal Regula la Temperatura

La sal “ayuda a los atletas a mantener un volumen elevado de sangre, lo cual a su vez evita que se eleve su temperatura corporal y su ritmo cardiaco.”[3] ¿Cuerpo más fresco y pulso más bajo? ¡Una fórmula ganadora! Puede que la sal en tu cara no se vea muy bien, pero correrás más fresco, más fácilmente, más distancia, y terminarás con más energía. Por cierto, si quieres que tu agua se mantenga fresca cuando corres, ponle un poco de sal.

Como la sal de la tierra estamos llamados a mantener un volumen elevado de la “sangre del cordero.” Esto hacemos principalmente mediante una presencia consistente, confiable, y constante. Nosotros la sal estamos aquí para el tiraje largo y mantener las temperaturas controladas. En medio del clima acalorado, ya sea en la oficina o en el hogar, nuestro temperamento enfría a los demás. Mantenemos un espíritu calmado, tranquilizamos los corazones, y animamos a los demás a pasar el vendaval. Somos los primeros en decirle a los demás: ¡Enfriemos los ánimos caldeados!

La Sal sirve como Conductor Eléctrico

Ni el agua ni la grasa conducen la electricidad. Las soluciones salinas sí. Piensa que tus músculos son unos aparatos eléctricos unidos al cableado de tus nervios. Se encienden y se apagan mediante interruptores eléctricos que se forman cuando las sales se disuelven en tu cuerpo. A estos interruptores se les llama electrolitos.[4] Los niveles insuficientes de electrolitos provocan contracciones descontroladas, las cuales causan fatiga y debilidad muscular, lesiones y los temidos calambres.

Como sal de la tierra actuamos como electrolitos; somos soluciones – no problemas – que hacen posible la comunicación. Nosotros la sal hemos sido llamados a conectar al solitario, activar al pasivo, capacitar al disfuncional, apoyar al minusválido, apagar al hiperactivo, y de esta manera salir todos hacia adelante.

Nosotros la sal capacitamos a cada uno a ejercer su propia función crítica en el ejercicio de su fe. Proveemos de lugares seguros, libres de lesiones relacionales y calambres espirituales. Nuestras propiedades mediadoras hacen que este mundo tan roto, tan dividido y tan desesperado por tener conexiones verdaderas con Dios y con los demás funcione en concierto. Nosotros somos, o tal vez deberíamos ser, esta sal de la tierra.

NOTES:

[1] Citado de Mateo 5:13 NBLH. La referencia también aparece en Marcos 9:50 y Lucas 14:34-35. Solamente comparando estas tres versiones podemos notar que la sal era usada para hacer las paces, sellar pactos nuevos y fabricar abono. Esto alude al hecho de que la sal es buena para la tierra, buena para la economía, y buena para las relaciones. Sí, así como en los días de antes, cuando se tocaba la puerta del vecino para pedirle que nos diera un poco de sal.
[2] No solamente perdemos sal en su forma más conocida como sal común o Cloruro de Sodio, sino que también perdemos Calcio, Magnesio y Potasio. Estas sales se encuentran fácilmente accesibles en una buena variedad de alimentos pero los atletas de fondo pueden agotarlas bastante rápido y no pueden ingerirlas con la misma rapidez mientras se ejercitan. Hay desacuerdos en cuanto a este tema respecto de cuanta sal se pierde y cuanta se debe o se puede ingerir durante periodos extendidos de actividad física. He encontrado una buena discusión al respecto en la página web de Kevin Sayer para ultra-maratonistas (http://www.ultrunr.com/sodium.html).
[3] Fitzgerald, Matt, ¿Cuánta sal necesitas cuando corres?. Traducido del inglés. Active.com. Accedido por última vez, 6 de junio de 2011.
[4] Electrolitos, Wikipedia. Accedido por última vez, 6 de junio de 2011.




Corre Tu Propia Carrera

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El caminar cristiano no se puede comparar con un sprint sino más bien es como un ultra-maratón. Yo nunca estuve realmente interesado en correr y la idea de participar en una carrera de media maratón o de maratón completa nunca vino a mi mente sino hasta el año 2009. A principios de ese año, comencé a trabajar en mi empleo presente, el cual estaba ubicado a 45 millas de mi casa, por lo cual yo tenía que compartir el uso del automóvil para llegar al trabajo. Uno de mis compañeros de trabajo y de carretera, Vladimir, es un hombre cristiano y un fanático del correr. Con frecuencia me hablaba de cómo el correr una maratón se compara con el caminar Cristiano. En ese tiempo estaba él preparando una charla sobre Hebreos 12:1-3, que dice:

Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, consideren a aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no se cansen ni pierdan el ánimo (NVI).

Pocos meses después, me mudé cerca de mi trabajo, pero la semilla ya estaba plantada. La idea de correr no cruzó por mi cabeza hasta un año atrás cuando uno de los diáconos de la iglesia acababa de correr la maratón de Los Ángeles. Solo con mirarlo no pudiese uno pensar que él pudo terminar la carrera. Ese día pensé para mis adentros: Si él lo puede hacer, por lo menos puedo empezar a correr unas pocas millas. Alrededor del mes de mayo de 2010 decidí probar. Vladimir me guió en ciertas cosas básicas, desde comprar unas buenas zapatillas hasta los ejercicios de estiramiento y hacer intervalos de caminar y correr para fortalecer los músculos de las piernas. Recuerdo que salimos a correr un mediodía y tuve que caminar de regreso los últimos ¾ de milla porque me quedé completamente sin energía. Vladimir, junto con otro compañero de trabajo, me continuaron animando en mis inicios como corredor. Este marzo pasado ya podía correr cinco millas de corrido, así que decidí inscribirme para media maratón en la ciudad de Pasadena, California.

Vladimir organizó un equipo de catorce personas con el nombre de "Carrera de la Fe". Para este evento, los participantes necesitaban recoger un paquete que contenía una camiseta, el número asignado y una banda de radiofrecuencia que va adherida a la zapatilla, los cuales le permiten a los organizadores del evento asegurarse de que el participante corra toda la distancia y llevar los tiempos oficiales. Le había pedido a Vladimir que recogiera mi paquete y que me lo entregara el día de la carrera. También le pedí al hermano de Vladimir, quien vive cerca y también estaba participando, si me podía ir y regresar con él. El día anterior, Vladimir me llamó para animarme y dejarme saber que ya había recogido mi paquete. Hicimos arreglos para encontrarnos en un restaurante cercano al punto de salida.

El día del evento salimos bien temprano porque la cuñada de Vladimir estaba participando en el tour de bicicleta, el cual comenzaba 45 minutos más temprano que la maratón. Me recogieron a las 5:00 a.m. Desde ese momento hasta que comenzó la carrera sucedieron una comedia de errores. Tuvimos que estacionar a unas tres millas del evento porque las calles estaban cerradas. Dejé mi teléfono en el carro pensando que el hermano de Vladimir me iba a acompañar, pero él tuvo que apresurarse a llevar la bicicleta de su esposa, así que salió tan pronto dejamos el auto. Así que a las 5:45 a.m. tuve que correr tres millas hasta la salida ya que la carrera comenzaba a las 6:30 a.m.

En toda la confusión, se me olvidó el nombre del lugar de encuentro. ¿Cómo iba a encontrarme con Vladimir para que me diera mi número y mi banda de radiofrecuencia? Le pedí a una persona que se veía amable si me dejaba usar su celular. Me pidió el número al cual quería llamar pero no lo sabía de memoria, ya que lo tenía almacenado en mi celular. Traté de llamar a casa pero me dirigía a la contestadora automática. En ese instante me di cuenta que la carrera oficial había terminado para mí. Bajé mi rostro y dije: “Señor, que se haga tu voluntad”. Era casi imposible que me encontrara con Vladimir en medio de una multitud de más de 8,000 personas. Entonces, en ese mismo momento, me volteé a mirar en dirección de una voz que me llamaba "Sylvester, ¡Tengo tu paquete!” Vladimir y su esposa habían estado buscándome. Yo estaba a una cuadra del lugar de reunión. Una vez más tuve que depender de un milagro y Dios lo había provisto en el tiempo perfecto.

Apenas tuvimos tiempo para ponerme la camiseta, asegurar el número a esta y ponerme la banda de radiofrecuencia en la zapatilla. Julio, uno de los miembros del equipo Carrera de la Fe me acompañó a dejar el resto de mis cosas en los vestuarios. Comenzamos la carrera seis minutos después de sonada la bocina. La presencia de Julio me reconfortó y me mostró que no estaba solo. Llovía copiosamente al principio pero luego se convirtió en una llovizna; al cabo de un tiempo, el día era perfecto para correr. Pude correr toda la distancia en 2:24:12. Luego supe que otro compañero de trabajo, quien no había ni comenzado conmigo ni corrido a mi lado, terminó apenas un segundo después. En la meta final, había mucha gente dándonos la bienvenida a los corredores y colgando medallas sobre nuestros cuellos.

En retrospectiva, ahora entiendo que la media maratón se parece mucho a la vida en el Señor. Yo había cometido muchos errores y cuando estaba a punto de rendirme sucedió un milagro cuando menos lo esperaba. Me di cuenta que de la misma manera en que yo tenía un número único y una banda única de radiofrecuencia, yo soy único. Yo tengo una carrera única por delante. Yo tengo un lugar único reservado para mí en los cielos con mi nombre escrito. Hubo mucha gente desconocida alentándome cuando estuve cansado y sus gritos de aliento me causaron querer terminar, tal y como lo describe Hebreos 12. Hubo muchos compañeros de carrera en distintas etapas. Julio me acompañó hasta la milla ocho. Entonces le dije que se adelantara, pero otros desconocidos me acompañaron hasta la meta. La carrera cristiana no es para correrla aisladamente. Contamos con todos aquellos que nos precedieron, aquellos que nos alientan en el camino, e incluso aquellos que corren con nosotros para mantenernos honestos en el logro de nuestras metas.

Espero que usted también tenga una experiencia similar en su maratón de vida. Un día espero poder decir como Pablo cuando dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (NVI: 2 Timoteo 4:7-8). Aún así no me consideraba un corredor ni mucho menos pensaba correr en una maratón. Sin embargo, la idea de comenzar a caminar para mantenerme en forma me pareció atractiva.


Sylvester Creado
screado@race-of-faith.com





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