Era una hermosa mañana del mes de enero en el Sur de California. Diáfana, soleada, brillante, y de cielos muy azules; la nieve copaba la cima de las Montañas de San Bernardino y una brisa suave bajaba refrescando el aire del valle. El día perfecto para salir a correr. Cada zancada valía la pena mientras corría la carrera más larga de toda mi vida como parte de mi preparación para la maratón de Surf City USA 2010. El día era también perfecto para escuchar mi música de adoración favorita y para meditar en mi experiencia. Quiero compartir algunas de las cifras de ese día con ustedes:
¡Ciertamente los números son impresionantes cuando se miran así! Sin embargo, mi carrera casi se daña, pero no por los números grandes de la tabla. No fueron el número de zancadas que hice, ni el número de veces que obligué a mi corazón a latir, ni el número de pies que tuve que escalar. Ni siquiera fue lo frío que estuvo el día, o las veces que tuve que agacharme a agarrar agua con mis piernas cansadas, o cuantas horas me tomó terminar la carrera. Lo que realmente me fastidió fueron los números pequeños. Sí, tal vez las dos ampollas en los pies, pero mucho más me molestó el par de audífonos necios que no se me quedaban en los oídos y me dejaron las orejas irritadas.
Peleé contra mis audífonos para que se quedaran enchufados. Los empujé. Los enrosqué. Los atornillé. Los aguanté con mis dos manos. Los amarré alrededor de mis orejas. Los envolví con mi bandana. Halé los cables por sobre mi camiseta. Cambié la posición de mi iPod. Y repetí todos y cada uno de estos métodos una y otra vez sin mayor éxito. En la repetición del ejercicio no solamente se me irritaron las orejas sino también el espíritu.
Paradójicamente, mi actitud de adoración se deterioraba porque no podía escuchar continuamente las canciones de adoración. Entonces me acordé de un verso de una canción, el Cantar de los Cantares de Salomón, que dice: “Atrapen a las zorras, a esas zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor” (2:15 NVI). Allí supe que tenía que atrapar a mi “pequeña zorra,” controlar mi lucha contra mis audífonos indefensos, y corregir mi actitud para poder disfrutar el resto de la carrera que tenía por delante.
Muchos de nosotros nos molestamos de manera muy similar por las cosas más pequeñas. Algunas situaciones son tan típicas que ya pertenecen al Salón de la Fama de la Molestia, tales como el apretar la pasta de dientes en el lado incorrecto, dejar los zapatos atravesados en las escaleras, o cambiar las tijeras de su puesto apropiado. Se nos olvida que lo “incorrecto, ” “atravesado,” o “apropiado” depende de nuestra propia percepción de las cosas. Pero aún más importante, se nos olvida que nuestra actitud hacia las cosas pequeñas pueden arruinar nuestra carrera de la fe, la armonía en nuestros hogares, la paz de nuestras relaciones, y desviarnos de nuestro propósito en la vida y de nuestras metas más fundamentales. Nuestra carrera de la fe está radiante; debemos atrapar los pequeños desplaceres que destruyen nuestra carrera.
Pico Cucamonga, fotografía por Vladimir Lugo
Mientras me acercaba al Pico Cucamonga cerca de la milla seis, un pensamiento abordó mi mente y me acompañó el resto del camino; una inspiración que me ayudó a atrapar mi “pequeña zorra.” ¿Cuándo fue la última vez que se me irritaron los sentidos espirituales por mi insistencia de escuchar a Dios? ¿Cuándo fue la última vez que medité en sus palabras con la intensidad de empujarlas, enroscarlas, y atornillarlas en mi alma? ¿Cuándo fue la última vez que le importuné con mis oraciones y esperé hasta que me respondiera? Es por eso que el primer mandamiento dice:
Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades (NVI: Deuteronomio 6:4-9).
Toma tus audífonos espirituales con todas tus fuerzas para grabar, inculcar, hablar, atar, marcar, y escribir la alentadora palabra de Dios en tu corazón. Ama a Dios con dedicación, insistencia, perseverancia, devoción, completamente y voluntariamente. No puedo recordar si mis audífonos finalmente se quedaron en mis oídos, pero ciertamente terminé mi carrera fortalecido al escuchar su palabra en mi espíritu. A veces quisiéramos que Dios nos mostrara los grandes logros, el esfuerzo que nos va a tomar, si sufriremos en el proceso, cómo será la atmósfera de ese momento, cuán rápidamente alcanzaremos nuestras metas, o cuánto dinero nos vamos a ganar. Sin embargo, y mucho más frecuentemente de lo que pensamos, Dios no se impresiona con los números. Él nos habla en las cosas más simples, en los pequeños ajustes, en el siguiente paso insignificante, en las acciones invisibles. Pequeñas palabras como la que hoy comparto para animarles.
Usa tus “pequeñas zorras” para aprender el valor espiritual de las cosas y para ajustar tu actitud para el resto de tu carrera. Lucha para mantener tus audífonos espirituales enchufados. Mantente escuchando. Después de todo, hay mejores audífonos que los que vienen con tu iPod.
4 Comentarios:
Se puede uno sentir muy bien identificado con esta experiencia que narras en tu artículo. Es una bendición recibir las palabras de ánimo que todos necesitamos para correr la carrera sin que las cosas pequeñas la arruinen.
¡Gracias!
es increible cuanto tiempo desperdiciamos solo oyendo pero no escuchando, oimos ruidos de nuestra esposa de nuestros hijos de nuestros vecinos, pero no los escuchamos quiera Dios que hoy escuchemos lo que nos quieren decir. y lo mismo con Dios sera que hoy lo he escuchado perfectamente, lo que me trata de decir a cada momento, Gracias por este articulo.
que bonito articulo y que bueno que a medida que te preparas para la carrera, tambien Dios te prepara para las demas carreras de la vida que tienes por delante, mostrandote las cosas que en realidad son valiosas y guiando tus pasos para que cada vez sean mas firmes.
Bendiciones:
Harold
excelente artículo!
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