El 11 de julio del 2010 concluyó la Copa Mundial de la FIFA número 19. Por primera vez desde 1930 España había llegado a las finales y se convirtieron en campeones. Las noticias alcanzaron a millones de fanáticos alrededor del globo instantáneamente gracias al milagro de la televisión, la cual es en la opinión de muchos, un árbitro justo.
Esta copa mundial se caracterizó por el pobre rendimiento de los equipos favoritos, como Argentina, Brasil, Alemania, Italia, e Inglaterra; la pobre ejecución de jugadores de renombre como Cristiano Ronaldo, Leonel Messi, Kaká, Thierry Henry, y Fernando “El Niño” Torres; pero más importante aún, el pobre juicio y la miopía del arbitraje. Fue común el chiste de que el único árbitro que lo hizo extraordinariamente bien fue el pulpo Paul. Sus predicciones precisas hicieron que se le otorgara la ciudadanía española, después de haber escogido a España como ganador ante Holanda en la final.
Muchos de ustedes se preguntarán qué hago yo escribiendo de fútbol en nuestra sección sobre correr. Si usted ha sido seguidor de algún deporte, estará de acuerdo conmigo: nada más descorazonador, incómodo, frustrante, y hasta irritante que un réferi desigual. Usted conoce el sentimiento producido por la injusticia, la discriminación, la predilección, la ceguera, el prejuicio, la corrupción, y por qué no, a veces hasta el soborno. La Biblia tiene mucho que decir acerca de la injusticia y sus consecuencias. Considere, por ejemplo, el siguiente pasaje, escrito en el contexto metafórico de una carrera:
“Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús”
(NVI: Filipenses 3:13-14).
Un Premio Justo
Esta figura le puede ser familiar: el corredor sacando pecho hacia adelante y presionando sobre la banda final para romperla, culminando la carrera, ganando el premio. Usted puede que esté pensando, “Bueno, si cruzas la línea final, eres el ganador. Eso es lo justo.” Déjeme decirle, no necesariamente. Usted solamente se constituye en ganador cuando ha corredor justamente y los oficiales de la carrera aceptan su rendimiento como válido. En otras palabras, usted es un ganador solamente por la autoridad del comité organizador y sus representantes. Los árbitros de la justa tienen la última palabra. ¿Qué tiene que ver esto con la justicia?
Como usted probablemente sabe, este pasaje fue escrito originalmente por Pablo el Apóstol en griego. La palabra griega que usualmente se traduce como “premio” es brabeion, la cual significa literalmente la decisión del árbitro o brabeus, también del griego. En la antigüedad, el premio otorgado por terminar una competencia era una corona de hojas de olivo. Este premio ciertamente no tenía un valor monetario ya que perecía al paso de unos días. Su valor era sólo simbólico. El premio verdadero era el ser llamado de entre la multitud al podio por el árbitro. Escogido y señalado como el ganador por el réferi era el epítome del éxito. El ser llamado era un premio justo.
Un Juez Justo
Lea el pasaje arriba de nuevo bajo esta nueva luz. Espero que ahora pueda ver la relación que tiene este pasaje con la justicia. La justicia se perfecciona en Dios. Su premio es su llamado. Su podio es el cielo. Su medida es la carrera de la fe. Su regla es Cristo. A este efecto Pablo incluso escribe unos versos anteriores a este pasaje:
“y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe”
(LBLA: Filipenses 3:9).
Dios es un árbitro justo. Él no es ciego. Él no es miope. Él juega limpio. No se le puede sobornar. Él no pasa por alto tu jugada. Él le pone atención a tu carrera. Él no necesita consultar con nadie para saber lo que es justo. Él no necesita ver la repetición instantánea por televisión.
En el 2008, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, dijo: “Dejémoslo así con errores. Las compañías de televisión seguirán teniendo el derecho de decir si el réferi estaba o no equivocado, pero él seguirá teniendo la última palabra — un hombre, no una máquina."* Puede ser que los errores humanos sean parte de su juego. Tal vez los errores humanos han afectado su carrera de fe. Quizás usted ha sido víctima de las injusticias de nuestro sistema legal torcido. Puede que esté viviendo con las consecuencias de las malas decisiones de los jueces, convencidos por las manipulaciones de abogados malintencionados. O quizás usted mismo haya hecho lo malo en el pasado y piense que por ello tiene su merecido. Recuerde: “Dios es juez justo” (LBLA: Salmos 7:11). Él estará cuidando de usted y estará de su lado siempre que pueda confiar en Él.
Un Corredor Justo
Dios siempre acierta sus llamadas. La llamada más importante: haberle llamado al podio para que reciba su premio. En el mundo de los deportes, si la autoridad le llama campeón, usted es el campeón. Dios le ha llamado vencedor, y si Él le llama vencedor, entonces usted es un vencedor. No importa que muchas personas le llamen de muchas maneras. Ni siquiera es tan importante como usted se llame a sí mismo. Usted ha sido justificado o hecho justo en los ojos de Dios. Usted es un corredor justo porque Dios lo quiso así.
Fue completamente irrelevante lo que la gente pensó cuando España subió a la tarima. A algunos no le gustó. A otros ni siquiera les importó. Sin embargo, cuando el presidente de la FIFA les reconoció como campeones y les entregó la Copa Mundial, fue algo muy emocionante. “¡Ven, súbe a la tarima!” le dice Dios, “y recibe tu premio.” Confíe en Dios y las cosas comenzarán a voltearse a su favor. Después de todo, “El justo vivirá por la fe” (NVI: Gálatas 3:11).
[1] FIFA Detiene el Experimento de la Repetición Instantánea, Deportes CBC [http://www.cbc.ca/sports/soccer/story/2008/03/08/fifa-instant-replay.html], traducido del inglés. Revisado por última vez el 30 de septiembre de 2010.
Vladimir Lugo
vlugo@race-of-faith.com
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