En febrero del 2010 corrí mi primera maratón. La atmósfera estaba cargada de emociones cuando más de 20,000 corredores se alistaban en sus líneas de partida. Mientras que esperaba por la largada, no podía dejar de pensar en el número de horas que todos los atletas habían invertido hasta llegar al evento. Aguardando impacientemente, trataba de hacer las matemáticas en mi mente, pero no me podía concentrar en otra cosa que no fuera el sonido de la pistola de salida. Para matar la curiosidad, hice los cálculos después, con la cabeza más fría. Yo estuve entrenando alrededor de 120 millas por mes durante los cuatro meses previos a la carrera. A un promedio de 9.5 minutos por milla, esto es equivalente a más de 75 horas corriendo. Si asumimos que los demás corredores entrenaron a este ritmo y siguieron un calendario similar, este número sumaría más de 1.5 millones de horas, o 62,500 días, o más de 170 años de preparación colectiva.
En nuestros cuatro artículos anteriores, hemos estado explorando los conceptos del poder y la fuente. Hemos establecido que el poder para competir en una carrera tan exigente como una maratón, viene de las cosas pequeñas, invisibles, e incluso secretas, que hacemos durante nuestro entrenamiento. La lista de estas cosas incluye ciertamente el correr más kilometraje, pero también cosas como nutrirse con los alimentos correctos y otros entrenamientos como pesas y estiramiento. Los que participamos en la maratón de febrero ciertamente llenamos los encabezados de los periódicos locales, sin embargo, ningún artículo hizo mención de los 170 años invisibles del correr colectivo que nos dieron a los participantes tal poder para competir y también llenó los aires de un gozo, una expectativa, y una esperanza muy estimulantes.
Come, y Come con Frecuencia
Antes de la carrera, le pedí a un compañero de trabajo, quien ha completado más de 200 eventos competitivos, que me diera un consejo de último minuto. Me dijo: “Come, y come con frecuencia.” De vuelta en la línea de partida, sus palabras abordaron mi mente desplazando mis cálculos matemáticos. Le grité aterrorizado a mí hermano, quien me acompañaba para verme salir: “¡Se me olvidó toda mi comida! El desayuno. Los bocadillos para el camino. ¡Todo!”
Había olvidado mi fuente de poder. Quisiera culpar a mi ansiedad anticipatoria, a mi edad y predisposición a olvidarlo todo (ya que todo el mundo culpa al almanaque por lo olvidadizo que somos), o a mi falta de experiencia. Me sentía preparado para corre pero no para hacerlo sin comida. Muy dentro de mí supe que esto me iba a pasar factura más adelante. Y más adelante sucedió como en la milla 18 cuando mi nivel energía de desplomó rápidamente. Había golpeado el temido muro. Durante las siguientes cuatro millas me convertí en un limosnero pedigüeño, y sin vergüenza comencé a rogar por comida a todos los que pasaban, a los espectadores, a los residentes que miraban la carrera, y hasta al camino: a lo mejor alguien dejó caer una galletita a medio comer. Nunca antes en toda mi vida había estado tan hambriento.
A veces escucho a la gente quejarse acerca del ir con tanta regularidad a la iglesia, o la reunión de oración, o al estudio bíblico. Si piensas que ir a la iglesia en Semana Santa, el Día de las Madres, y Navidad es suficiente, trata de correr una maratón en ese mismo horario de alimentación. Necesitamos nuestra provisión regular de combustible espiritual para que nos sostenga todo el camino. Y regular significa con frecuencia; y con frecuencia significa por lo menos diariamente. Cuando los seguidores de Jesús le pidieron que les enseñara a orar, él les respondió: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (RVR60: Lucas 11:3 – entre otras cosas). Y cuando estuvo tentado a renunciar, también nos recordó: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (RVR60: Mateo 4:4). Nunca se olvide de su fuente espiritual. “Come, y come con frecuencia” fue la clave que me ayudó a perder peso y me introdujo a una vida más saludable. Pudo haber sido la clave para tener un mayor rendimiento en mi primera maratón, pero con seguridad, es la clave para tener una carrera de la fe de mayor duración, mayor poder, y mayor gratificación.
Come de tus Propias Provisiones
La provisión llegó por allá en la milla 22. El evento tenía estaciones de agua oficiales apostadas a lo largo de la ruta pero no había comida sólida sino hasta el último retorno. Para ese entonces, ya yo estaba tan desesperado que me empaqué cuatro galletas energéticas en la boca al mismo tiempo, a tal punto, que no podía respirar, y por lo tanto, no pude seguir corriendo. Por primera vez en toda la carrera había perdido mi ritmo y comencé a caminar para poder masticar. No pasó mucho rato antes de que todos los marcadores de tiempo me fueran dejando atrás, o por lo menos eso me pareció. Entonces fue cuando la parte de “con frecuencia” tuvo sentido para mí; no debí haber esperado tanto tiempo.
Había confiado en la fuente de poder de alguien más. Pensé que iba a encontrar las mismas comidas y en las mismas cantidades durante la carrera, basándome en mi experiencia corriendo la media maratón el año anterior. Pero esta era una carrera diferente y yo no estaba listo. Todo lo que mi hermano pudo ofrecerme al comenzar a correr fue un paquete de gel energético. ¡Muchas gracias, hermano! De verdad que lo aprecio muchísimo… pero eso sólo me sostuvo por la primera hora.
No dependa de los demás para que le llenen, emocionalmente o de ninguna otra manera. He conocido a personas que constantemente necesitan la aprobación, la retroalimentación, y la aserción de los demás para sentirse en poder, satisfechos o seguros, o incluso sentir que tienen algún valor. El valor suyo no depende de lo que otros piensen acerca de usted ni del qué dirán, sino de lo que Dios piensa acerca de usted. Tampoco dependa de lo que su caminar tenga para ofrecerle. Nuestra vida está llena de toda clase de retos. No permita que las relaciones rotas, la crianza de un adolescente, el desempleo o un nuevo empleo, o los cambios en sus condiciones físicas, ya sean por la edad o por una enfermedad, dicten cuál ha de ser su fuente. “Nuestro Dios es como un castillo que nos brinda protección. Dios siempre nos ayuda cuando estamos en problemas” (TLA: Salmos 46:1). Otros podrán orar por usted, pero ¿ora usted mismo? Otros le podrán enseñar, pero ¿estudia usted por cuenta propia? Haga de Dios su fuente y asegúrese que usted mismo venga delante de él regularmente para recibir su porción constante de bien, porque “Dios es quien nos da todo lo bueno y todo lo perfecto” (TLA: Santiago 1:17a).
Come Mientras Entrenas
Seguramente se estará preguntando: ¿Terminaste? Mi compañero de entrenamiento me dijo una vez: “Tu única meta para la primera maratón es terminarla.” Pues sí. Terminé con más fuerzas y más ánimo de los que tenía al comenzar. Pude, como decimos, “botar el resto” para cruzar la meta y aún así pensar en participar otra vez. Incluso me puse a hacer carreras con mi hermano a ver quien llegaba primero al carro. Con todo, mi demandante yo sabía que pude haber hecho un mejor trabajo. Al reflexionar en mi experiencia, me di cuenta de algo crítico:
Había entrenado sin fuente de poder. Nunca me hice el hábito de entrenar mientras comía, ni mucho menos de comer mientras entrenaba. Con la excepción de mis carreras de entrenamiento por sobre las 18 millas, solamente llevaba conmigo agua, pero ningún combustible sólido. No sabía qué era bueno comer para que mi cuerpo respondiera durante el entrenamiento, y se debe entrenar el comer, y el comer con frecuencia, para que el día de la competencia, el comer también sea natural. Asegúrese de probar distintas comidas (frutas, proteínas, granolas, o panes integrales), en distintas presentaciones (gels, píldoras, gomitas, o barras), durante distintos tipos de entrenamiento. Una rata metabólica basal de 2,000 calorías por día sugiere que su cuerpo estará en la capacidad de procesar de 240 a 280 calorías por hora de entrenamiento, dependiendo de la intensidad y de su propio peso. Usted debe recuperarlas cada hora para que su rendimiento sea óptimo y para garantizarle a su cuerpo una provisión continua de poder.1
Todo tiene que ver con el acondicionamiento. Acondiciónese con las cosas invisibles del espíritu para que atraviese las pruebas con fuerzas. Jesús nos prometió: “…el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (NVI: Juan 4:14). Juan Piper dijo en una ocasión:
Dios es energía. Él es poder. Su personalidad irradia con infinita energía. Nunca necesita recargarse. Su sistema no necesita respaldo. Tampoco necesita enchufarse a ningún interruptor. El universo entero se enchufa en él.2
Si nosotros vivimos enchufados a Dios, tendremos acceso a su inagotable fuente de poder.
NOTES
[1] Por ejemplo, vea (en inglés) Los 10 Errores más Grandes que los Atletas de Fondo Cometen, por Nutrición Hammer, Accedido por última vez: Junio 04, 2010 (http://www.hammernutrition.com/hnt/1273/).
[2] Piper, Juan, (en inglés) “Yo Soy el que Soy” dice el Señor, Las Anotaciones de Piper, Accedido por última vez: Junio 04, 2010 (http://www.soundofgrace.com/piper84/091684m.htm).
Vladimir Lugo
vlugo@race-of-faith.com
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